¿Qué le pasó a la innovación, el emprendimiento y la sustentabilidad en Chile?
Durante la segunda década del siglo XXI, Chile vivió un impulso sin precedentes en materia de innovación, emprendimiento y sustentabilidad.
Organismos como CORFO jugaron un rol fundamental, desplegando instrumentos para financiar ideas, escalar startups y promover la transferencia tecnológica. Iniciativas como Start-Up Chile, InnovaChile o Semilla CORFO posicionaron al país como referente regional en fomento al emprendimiento.
En paralelo, redes como Endeavor apoyaron el crecimiento de empresas con potencial de internacionalización, aportando acompañamiento, redes de inversión y mentoría.
Esa década fue un laboratorio vivo. Surgieron programas, ecosistemas y comunidades. Sin embargo, el tiempo demostró que no bastaba con financiar ideas o montar incubadoras: hacía falta construir una visión compartida sobre el sentido real de estos conceptos y su conexión con el territorio.
Hoy, más de diez años después, nos encontramos en un punto de inflexión. Los tres conceptos que marcaron la agenda del desarrollo —innovación, emprendimiento y sustentabilidad— parecen haber perdido nitidez y se usan con frecuencia más como etiquetas que como estrategias.
Innovación: del proceso al discurso
Innovación pasó de representar un proceso sistemático de creación de valor —basado en la gestión del riesgo, la validación temprana y el aprendizaje a través de prototipos de bajo costo— a transformarse, en muchos casos, en un eslogan.
El discurso innovador se instaló, pero no siempre acompañado de procesos, métricas ni aprendizaje.
Como advirtió El País en su nota “De los unicornios al letargo: ¿qué pasó con la innovación en Chile?”, el ecosistema enfrenta hoy una etapa de estancamiento, con baja articulación entre actores públicos y privados y pocas iniciativas capaces de escalar hacia mercados internacionales (El País, julio 2025).
Pero más que una crisis, esto revela una madurez pendiente: la necesidad de pasar de la innovación declarativa a la innovación sistemática, entendida como una práctica disciplinada que combina exploración, validación y ejecución.
Emprendimiento: entre la inspiración y el propósito
Emprendimiento sigue siendo un motor de movilidad y de creación de oportunidades, pero en los últimos años su impulso se ha desplazado al ámbito académico y a formatos de corto alcance: concursos, hackatones o ferias universitarias.
El Reporte GEM 2024 muestra que la intención de emprender cayó del 53 % al 39 %, su nivel más bajo en una década (EMOL, agosto 2025).
Este dato no necesariamente refleja apatía, sino madurez: muchas personas ya no buscan emprender por moda o necesidad, sino por propósito y sentido. El desafío está en crear entornos donde esa búsqueda pueda traducirse en proyectos viables, conectados con los problemas reales del país.
Sustentabilidad: el eje perdido
En teoría, la sustentabilidad debía dar coherencia a los otros dos conceptos. Sin embargo, también terminó vaciándose de contenido, convertida en un requisito de reputación o un discurso de cumplimiento.
Muchas organizaciones hablan de impacto o economía circular, pero sin revisar de fondo sus cadenas de valor ni su contribución sistémica.
A nivel global, potencias como Estados Unidos, China y Rusia han reordenado sus prioridades hacia la soberanía energética y el crecimiento tecnológico, tensionando los acuerdos medioambientales.
Esto ha dejado a países como Chile ante un dilema: cómo mantener una agenda de sostenibilidad sin depender exclusivamente de compromisos externos, y al mismo tiempo, hacer de la sustentabilidad un principio operativo y no una obligación discursiva.
El eslabón que falta: la conexión entre ciencia y mercado
El desafío no se limita a las empresas o startups. En el mundo académico, los esfuerzos de investigación y desarrollo (I+D) siguen centrados principalmente en publicaciones ISI, priorizando la métrica por sobre la transferencia tecnológica.
Mientras las universidades producen conocimiento valioso, las empresas buscan soluciones aplicadas —y entre ambos mundos aún persiste un vacío de traducción.
El Congreso NexoTech 2025 advirtió que de cada 125 proyectos de investigación en Chile, solo 2 llegan a etapa de comercialización, lo que muestra una enorme oportunidad para repensar cómo conectar ciencia, industria y territorio (Club de Innovación, agosto 2025).
El punto no es producir más conocimiento, sino transferirlo mejor, con modelos de transacción tecnológica justos, gobernanza colaborativa y una cultura universitaria que mida su éxito por impacto y no solo por citaciones.
Hacia una nueva mirada: gestionar el futuro
Frente a este escenario, parece necesario superponer una nueva visión: pasar del uso discursivo de estos conceptos a una gestión activa del futuro.
Innovación, emprendimiento y sustentabilidad no son compartimentos estancos, sino tres dimensiones complementarias de un mismo proceso de aprendizaje.
Algunas claves para avanzar:
- Aprender desde el futuro: trabajar hoy en los problemas de mañana, y usar ese aprendizaje para ajustar nuestras visiones estratégicas.
- Integrar lo disperso: conectar innovación, emprendimiento y sustentabilidad bajo una lógica común de propósito.
- Simplificar el trabajo: promover procesos colaborativos y conscientes de los límites de los recursos.
- Medir el progreso: pasar del relato a la evidencia, con métricas de aprendizaje y madurez.
La innovación no puede estar desalineada del territorio ni de las condiciones sociales, culturales y medioambientales que la rodean.
Es momento de volver a conectar el propósito con la acción, la visión con la ejecución, el futuro con el presente.
Señales recientes
Aun así, Chile mantiene signos de vitalidad.
El Chile Tech Tour 2025 llevó a 27 empresas nacionales a Estados Unidos para abrir nuevos mercados en innovación y servicios tecnológicos, reafirmando la vocación internacional del país (ProChile.gob.cl).
Y la Estrategia Nacional de Economía Circular para Textiles 2040 representa un esfuerzo por aterrizar la sustentabilidad en acciones concretas, con metas medibles y horizontes de largo plazo (Diario Sustentable).
Estos ejemplos confirman que la capacidad de innovación sigue viva. Lo que necesitamos ahora es coherencia estratégica: un marco común que permita que esos esfuerzos dispersos converjan en una narrativa de país.
Reflexión final
Más que una crisis, este momento representa una etapa de madurez. Chile demostró que puede imaginar futuros posibles; ahora necesita aprender a sostenerlos. El verdadero desafío no es solo innovar o emprender, sino hacerlo con sentido, anticipando y construyendo colectivamente los futuros que queremos habitar.
